escribe
Carlos Amador Marchant
Cuando se avanza en edad
comenzamos a darnos cuenta que la juventud nos entregó cientos, miles de
herramientas para enfrentar caminos. Y, sin embargo, por simple idealismo, lo
pedregoso de éstos nos sofocaron, nos desgastaron, y, caímos, rendidos. Por supuesto que no a todos
toca esta vida en desgracia o “vida de perros”, pero quienes la llevan como
carga, tienen mucho que contar al respecto.
Esa gastada frase: “la juventud
es muy corta”, no se entiende en su momento. Cuando vivimos aquella etapa
pensamos que ésta nunca se acabará y, por consiguiente, permitimos que minutos
y horas resbalen por nuestros ojos como cae el agua en la bañera. Muchos desean
volver a vivir. Otros se conforman con haber vivido y quieren culminar
tranquilamente su ciclo. Decenas, miles, buscan tener hijos para perpetuarse.
Muchos, por el contrario, prefieren pasar de largo frente a esta decisión.
La vida no es fácil. Mejor dicho,
para vivirla hay que tener los ojos abiertos y no equivocarse al elegir caminos.
La pregunta es: ¿tenemos buenos ojos?. Me gustaría hacer esta consulta a muchos
hombres que se ven, en pleno centro de
ciudad, durmiendo sobre colchones malolientes a plena luz del día. ¿Hicieron
una mierda de sus vidas, o la sociedad les dio latigazos constantes?. Ambas
cosas van en el mismo saco.
Pregunto: ¿Puede un escritor
escribir si no ha vivido de cerca lo que está escribiendo?. Imposible; pero
posible. Sin embargo, al margen de investigar sobre un tema determinado, la
acción de vida es fundamental. Beber jugo de naranja pura en comparación con
jugo de naranja en polvo. La diferencia es notable.
Tengo que decir que estas
reflexiones surgieron luego de ver, detenidamente, a una buena cantidad de muchachos subiendo a trenes, en forma
clandestina, a entregar su arte..
Los observo ingresar desde la
Estación Puerto, en Valparaíso, hasta la localidad de Limache. Llevan de todo,
desde guitarras (pasando por diversos instrumentos), hasta equipos de sonidos.
Jóvenes están ahí desde muy temprano. Hay ocasiones que desaparecen. No se dejan ver por varios
días. Tengo la impresión que están organizados, porque usan el mismo lenguaje a
la hora de solicitar un aporte voluntario. Alguien escribió el discurso, el
petitorio. No puedo pensar otra cosa debido a que, cuando lo lanzan al aire,
surgen en todas las bocas idénticas palabras. Parece que, aplicaditos, se los
aprendieron de memoria. Sortean estaciones, eluden guardias, son perseguidos y
deben salir del andén. Se torna una situación bastante curiosa con estos personajes
de los trenes.
Se preguntarán quiénes son los
que suben a cantar, y lo cierto es que hay de todos. Se aprecian jóvenes con
mucho talento y otros que no son tan talentosos. Me ha tocado escuchar música clásica
de los grandes maestros (Bach, Chopin, por nombrar algunos), en violines,
guitarras, flautas, órganos. Otros incursionan en ritmos orquestados y estrenan
saxofones, clarinetes. Hay quienes se inclinan por la música folklórica e
imitan a Illapu con quenas, zampoñas,
guitarras, bombos y hasta pequeñas baterías y bongoes. Hace unos días subió una
cantante lírica que golpeó los ventanales con su potencia de voz. Un melenudo
alzó los tonos una mañana cantando temas de Luis Alberto “flaco Spinetta”
(“Todas las hojas son del viento”..¡extraordinario!).
En mi etapa de juventud visité
salones inaccesibles. Eran salas de muchachos
inmersos en el teatro. Junto a un viejo director ensayaban “El Abanderado” del dramaturgo chileno Luis
Alberto Heiremans. Era la provincia, y el arte, si bien existían exponentes, tenía
poca difusión. Me impactó, en su momento, la obra de Heiremans, quien había fallecido
en 1964 escasamente a los 36 años. Los jóvenes se desarrollaban en una sala de
bolsillo, y no lo hacían mal, más aún que este autor da posibilidad de ampliar
escenas dotadas éstas de procesiones, campo, prostíbulo, cantinas y policías en
busca de bandidos. Al paso del tiempo me pregunté por qué quedó en la retina
este trabajo. Tal vez la respuesta tenga relación con este primer acercamiento
a los artistas de las tablas. También me inclino a pensar que, el ímpetu de
ellos dejó grabadas sensaciones múltiples, gritos, noches calurosas del norte
chileno.
La juventud pasa rauda sin darte cuenta, y
cuando lo haces, encuentras que todo se
ha ido a la mierda. Las fechorías de “El Abanderado” culminan con el traslado
de éste para ser sentenciado a morir. Su madre, la prostituta y regenta
denominada “Pepa de oro”, había calado hondo en el accionar del bandido.
En esos tiempos, los actores, que
hoy no deben ser mozuelos, se protegían en salas casi clandestinas. Muchos de
ellos sucumbieron. Otros son personajes en sus zonas. El tesoro que guarda la
juventud se desecha en “El Abanderado”, quien culmina su vida pisoteado por
adversidades y hecho pedazos entre la sociedad que lo rodea. Pasando por ese
mismo inicio de vida, guardé estas sensaciones de la obra de Heiremans, más
todavía que la palpaba, la degustaba, en medio del silencio y lo opaco de un
período dictatorial de nuestra patria: década del 80. Más tarde, por cierto,
comencé a conocer a otros autores que me fueron alejando de esa etapa primaria.
Cuando veo a estos muchachos
subir a trenes me alegro, pero al mismo tiempo entristezco. Nadie va allí sólo
a mostrar su arte, sino también a buscar monedas para la subsistencia. Y aquí hay varias cosas que se deben anotar.
La primera tiene relación con que no todos los pasajeros disponen de dinero
para el artista. La segunda se vincula a la incomodidad; ellos van parados en
pasillos que se mueven de un lado a otro, y para colmo, aparte de transformarse
en verdaderos equilibristas, deben mirar para todos lados eludiendo el
repentino irrumpir de guardias. La tercera anotación apunta a que en
determinados viajes no se producen relevos de pasajeros y, cuando aparecen tres
artistas (uno tras otro) en el mismo vagón, sólo hay dinero voluntario para el
primero. El resto termina con los bolsillos pelados y un rostro de impotencia
terrible.
He visto circular gente con mucho
talento por ahí. Y mi pregunta salta de inmediato: ¿qué hacen en esos sitios?.
Es verdad, cuando se es joven afloran muchas cosas heroicas. Sin embargo, como
dije al inicio, la etapa juvenil se acaba con rapidez y si no se aprovecha, el
“demasiado tarde” te ahorca.
Si bien una crónica no se puede
transformar en una propuesta, sueño con que estas cosas se hagan en forma más
ordenada. Me refiero a que la ayuda a los exponentes del arte debe ser más
expedita y ordenada. El artista no es un delincuente, y no debe andar
arrancando de la policía, de los guardias. Muy por el contrario, se le debe
aplaudir con fuerza.
¿Pero cómo puedo pedir un
ordenamiento a un país que en todo sentido es desordenado?. Hace mucho conocí a un tipo que ganaba demasiado dinero.
Tenía en su casa de todo, pero era desordenado. Cuando se entraba a ella las
botellas de alcohol permanecían arrumbadas sobre sillones, mesas. Libros botados
y, los muebles, todos carísimos, se veían rayados, rotos, en fin. Mi patria es
igual, tiene “dueños” con mucho dinero, pero mantiene el mismo desorden que
narré. Aquí no hay políticas de patrimonio, se derrumban edificaciones históricas
mientras otras se mantienen en condiciones deplorables. Cierran importantes
escuelas artísticas. A los exponentes del arte los mantienen con limosnas, con
concursos miserables donde los ganadores son cien y los participantes un
millón.
Este no es un documento de
propuesta, simplemente es una crónica. Pero cómo me gustaría que a los trenes
entren artistas con talento que recreen a turistas y pasajeros, pero que nadie
se meta la mano a bolsillos sacando miserables monedas, humillantes monedas, sino
que ésta provenga de la misma empresa con donativos. Es decir, que estos
muchachos tengan una especie de subvención diaria. Que se produzca un
ordenamiento de artistas, que los seleccionen por talento, que muestren lo que
saben sin que aparezcan gorilas persiguiéndolos. Y la verdad es que todo esto
se puede hacer. Lo que ocurre es que vivimos en un país que brilla por ser
desordenado, donde la mierda fermenta en calles, donde hay que andar
zigzagueando para no pisar excremento, donde el meado y su hedor golpea rostros
en sectores céntricos de la ciudad.
Finalmente debo decir que los
muchachos en los trenes me ponen nervioso. No soporto la persecución. Las dictaduras no sirven para la convivencia
del ser humano. Me ponen nervioso no porque estén tocando una hermosa melodía,
sino por los gorilas que suben en las estaciones.
¿Entenderán ahora por qué
relacioné “El Abanderado” con el tema de los artistas en trenes?. Claro, porque
el personaje de la obra, antes de ser enviado al patíbulo, pasó la vida huyendo
de diferentes sitios. Y aunque los artistas no son delincuentes, la vida en
persecución, no es vida.
Antonio Valdés Tapia
ResponderEliminarPara Mí
Hoy a las 8:28 PM
Poeta, me honra Usted al iluminar mi camino y poner ante mis Ojos vuestras letras de suyo importantes y de un nivel que me resulta grato e inteligente.
De Corazón, le envío mi fecundo abrazo desde esta modesta comuna de Alto Hospicio, en la que opté vivir desde sus inicios o de antes de su creación, pues, quise oler la pobreza de esos años; abrazar a los Hermanos ariqueños que conocí por los 90 y que dieron una dura lucha por "dignidad", unido a miles de mujeres y trabajadores venidos de diferentes partes de Chile.
Soy Sur de nacimiento y hospiciano en el renacer para escribir, lo que antes nunca pude.
Muchísimas gracias y veré con respeto cada tema cada cosa que en su Blogspot, Usted ha publicado.
Mis rarezas escritas, algunas, están en mi Feybúx; otras en Youtuve, con el mismo nombre, recitadas o, cantadas para liberar lo que en el alma permaneció reprimida.
Un gran abrazo hospiciano.
Antonio Valdés
¡Gracias Antonio y saludos para el heroico Alto Hospicio!
EliminarALMA SANTANA, dijo:
ResponderEliminarDon Carlos, aunque desconozco sus ejemplos referidos he disfrutado la reflexión.
A la verdad que un artista o poeta nunca está solo y su motivación va más allá que los pesos que consiga.
En República Dominicana, los artistas se dieron cuenta a tiempo, después que se marchó la juventud, pensaron que debían crear otros refugios además de la música. Porque un día en un minuto te toca la desgracia por la cabeza, el estómago, la próstata, él útero, la piel y la garganta y probablemente la musa se asusta, se aleja y abandona, y como dices, quedan con arrugas y humillados. No como supone, renovados, famosos y ricos o por lo menos en comodidad.
Es por esto que merengueros muy famosos, entre éstos tomo un ejemplo del denominado Caballo Mayor, Jhonny Ventura, hace años que estudió derecho en la Universidad de la Tercera Edad, además, junto a su familia se dedicaron a la venta de productos por catálogos, que según tengo entendido les ha ido muy bien. Y sabrá Dios qué otro juego les entretiene, porque los escenarios ahora son de Los Potros, los hijos del Caballo Mayor, porque aunque el veterano músico tiene su carisma, el tiempo no perdona, hace sus estragos, como dice Las Escrituras, Todo tiene su tiempo debajo del sol, todo tiene su hora.
Gracias por tu crónica, te reitero, que ha sido muy útil reflexión.
Feliz y saludable viernes,Emoji
ALMA SANTANA
Pepública Dominicana
Más que interesante tu crónica, Carlos; es muy clara, objetiva e humana. Imposible no concordar contigo en casi todos los puntos (por no decir todos), y te agradezco compartas tu visión para, al conocerla, darnos cuenta de que no estamos tan solos/as en nuestros pensamientos, tristezas y esperanzas.
ResponderEliminarSaludos, poeta.
Amanda.