(en Galpones de Carlos Amador Marchant)
El sábado 18 de enero de 2014
se me ocurrió caminar por el centro de Valparaíso. Estaba informado (con
fórceps) de una competencia carretera denominada “Dakar”, ..¡y cómo no¡, porque
(además) todas las radios y los medios informativos llamaban a participar de
este evento. El tema es que no imaginé lo que encontraría en la parte baja del
puerto. Antes de continuar debo expresar (y esto puede parecer opinión dada por
un “ viejo amargado”) la irresponsabilidad de este país llamado “Chile”. Acá
hay inmensos problemas, terribles problemas que atañen a la población, léase
salud, educación, temas medioambientales, desproporcionalidad en remuneración a
trabajadores, estafa constante del Estado con contratos honorarios (en fin), y,
frente a todo esto, ¿cómo se pueden dar el lujo de culminar fastuosos eventos
en una ciudad que ruge por una atención urgente a problemas que atañen, incluso,
a su situación geográfica?.
El centro del puerto estaba
“sitiado”. Es decir, los que se hallaban en el sector costa no podían transitar
hacia cerros, porque rejas metálicas impedían el paso. Sin pecar de exagerado,
esto me pareció el símil de aquellas redadas en tiempos de dictadura, donde
cercaban poblaciones enteras y nadie podía ingresar ni salir. Acá, el que no
estaba participando del evento y quería desplazarse por el Plan en forma libre,
no podía hacerlo, estaba frito, estaba muerto.
Dentro de la desesperación
por salir de esa locura, todo ese espectáculo (con un gran escenario en la Plaza Sotomayor y pantallas gigantes en distintos sitios) lo
sentí como algo parecido a cuando los gobernantes romanos entretenían al pueblo
en esos famosos y ya destruidos coliseos.
Si bien este puerto alcanza
los trescientos mil habitantes, un gran número (no todos, por cierto), gozaban
con ver aparecer autos con estruendosos
tubos de escape.
En la vida no todo puede ser
seriedad ni tragedia, pero me queda claro que pasamos por una etapa de
enfermedad. Tanto dinero malgastado, por Dios, y luego autoridades hacen caso
omiso de verdaderas demandas de la población.
Como postre, en la noche del
mismo día, casi emulando el ya pasado fin de año, fuegos de artificios
retumbaron el puerto por cuatro costados. Es decir, en otras palabras, vivimos
la alegría eterna, mientras un fuerte segmento territorial se arrastra por
regiones con problemas terribles. ¡Chile se incendia¡..Pero celebremos con
fastuosidad estos Dakar. Es decir, silenciemos los problemas con alegrías
falsas.
Sábado atroz, malsano, para
los que saben que Chile no está bien. Sábado espectacular, por cierto, para los
irresponsables. Es decir, los de siempre.
Escrito por Carlos Amador Marchant en 19 de enero de 2014
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