Hace miles de años que no ingreso a una librería. Me refiero a esas"librerías" llamadas como tal (en Chile), pero que no venden un mísero libro, sino artículos para el estudiante: cuadernos, lápices, plumones, reglas, en fin. Por ende no sé si existen esos cuadernos verdes que muchos usamos en etapas de pobreza. Se llamaban "Colón" y eran de 40 hojas. En la parte trasera había un eslogan: "A Castilla y a León, Nuevo Mundo dio Colón". Nos mentían desde niño sobre el "nuevo mundo". Eran cuadernos pobres, pero tenían su atractivo. No sé si fue su olor o aquel color verde tierra. En esos espacios escribimos las primeras letras. No guardo ningún cuaderno de ese tiempo, ninguna reliquia pertenece a mi presente. Provengo de una familia que no guardó como quienes guardan dientes caídos de la etapa infantil. ¿Y para qué?. Creo me darían brutal escalofrío, como cuando repaso crónicas incipientes de aquellos enjutos 18 años. Recordarlos cobra más poder que tenerlos. Cristóbal Colón aparecía en la parte trasera, hincado mirando a la lejanía. Si bien después de Colón vendrían sin ninguna duda sables, cuchillos de exterminios, aquellos cuadernos golpeaban mi almohada nocturna, me preparaban para vivir. Sin conocer ni un sitio de España, esas pobres hojas daban latigazos del viejo mundo, cuando la inocencia remaba un lento bote sobre mar no tan contaminado como el de hoy.
Escrito por Carlos Amador Marchant, en 20 de abril de 2017 (Valparaíso-Chile)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Entrega tu comentario con objetividad y respeto.