Cuando
llegué a ese sitio ya estaba tapiado. Habían puesto muros por
costados, por frontis, y debajo y por rincones, bestias agazapadas
hurgueteaban dominios. Cuando llegué al otro ayer-anteayer también
estaba amurallado, y las bestias, las ridículas y tenebrosas, las
mediocres, bebían alcohol en las esquinas. Cuando llegué a
Santiago, cuando llegué a Chile después de un largo silencio, las
murallas se extendían hasta el mar y los leprosos, los delictuales,
los gusanos usurpadores habían ocupado fronteras. Es decir, llegué
cuando la dialéctica había sido absorbida por la mediocridad, y el
robo se había institucionalizado. Entonces el festín de las bestias
en diarios- revistas, en televisión -en radios portátiles se hizo
común. Y no quedó otra que bailar ritmos de autenticidad, aunque en
silencio.-
**Escrito
por Carlos Amador Marchant en 6 de marzo de 2017 (Valparaíso)**
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Entrega tu comentario con objetividad y respeto.