(Brenda Lee, en 1964)
Sobre
este tema se ha escrito bastante y muchas veces se llega a pensar qué
tiene que ver una cosa con la otra. Lógico; el talento, la
capacidad, pueden ir adherido al "envase" que sea. Es
decir, la persona podrá ser poco agraciada de rostro, exageradamente
alta o a la inversa. Eso no importará. Es la capacidad, el talento,
la inteligencia, lo trascendente. Estamos claro. Sin embargo, esto
que escribo lo hago con extrema admiración. Lo hago con pasión y
con esa sensibilidad de quien vive de sensaciones, de espaciosas
sensaciones que agrandan e iluminan el universo. Y es que la vida
está hecha de éstas. De no ser así, simplemente, todo sería
opaco. Fíjense ustedes que esta noche, escuchando música, de todo
tipo, he vuelto la mirada a la década del sesenta del siglo 20.
Desde ese espacio, he rescatado voces de la música popular que
dominaron el mundo. Voces poderosas, hermosas y potentes voces en una
época donde el sonido, además, era deficiente. Me encuentro con
Connie Francis, por ejemplo, y esa tonalidad romántica que traspasa
el cielo, más allá de los famosos “hoyos negros”. Y la Brenda
Lee, granjeándose una identidad nueva. Yo era muy niño en ese
tiempo, y las imaginaba como seres inmensos, amplios y al mismo
tiempo mitigantes. Si bien Connie ya alcanzó los 80 años y Brenda
se encamina hacia allá, ambas eran (son) de estaturas que no
alcanzan el metro sesenta. He ahí el poder y la fuerza del yo, el
predominio de la grandeza sin límites que surge desde el interior. Y
esto mismo hacía que se adueñaran de los escenarios, que se
engrandecieran en ellos. Hay muchos casos, por cierto, que sería
largo enumerar, pero que a la larga me hacen admirar el frasco
diminuto y selecto, de excelencia, es decir, lo menudito. En la
actualidad se han producido otras voces poderosas como Alejandra
Guzmán y Emy Winehouse (fallecida), también bajas de estaturas. La
misma Madonna, pronto a cumplir sesenta años, no supera el metro
sesenta y cuatro, en fin. Pero éstas y muchas más son
sorprendentes, estatuas para el futuro; estatuas de arenas, de nubes,
de lo que sea, para perpetuarlas.
Escrito por Carlos Amador Marchant, en 15 de marzo de 2018.-
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