lunes, 4 de abril de 2016

LA SOMBRA DE ADOLFO COUVE SOBRE CARTAGENA


                                                foto 1: La casa de Couve en Cartagena (hoy museo).
foto 2: Adolfo Couve

Escribe Carlos Amador Marchant


Reparto horas pensando y, a veces, los pensamientos pesan como hierro. No es bueno pensar tanto, me dije hace cuarenta años. Sin embargo, la vida, el mundo, están hechos de pensamientos. El alimento que ingieres es pensamiento. La mano que estrechas también lo es. La pared que te mira es pensamiento puro.
Fíjense ustedes que hace bastante tiempo escribí sobre Adolfo Couve, aquel hombre, aquel “marciano” que se suicidara en costas de Cartagena, el balneario de la Quinta Región de Chile. Y lo hice pensando en el extravío de su cabeza de cera y que, a la larga, dio el inicio del final a esa vida tormentosa.
Siempre dije que a este pintor-escritor lo veo circular por las avenidas del balneario, el mismo que sirvió de refugio. Y es verdad, lo siento en espesura, en follaje. Pero más lo siento en esa tozudez que invade al artista desde sus inicios, desde cuando el progenitor trata, busca, encaminarlo por otros sitios: A los 15 años, mi papá me pilló pintando un retrato con pasta de dientes y de zapatos. Entonces me regaló una caja de óleos, con la condición de que la pintura sólo fuera mi hobby. O sea, esa caja me la regaló para que yo no fuera pintor” .
En este mismo recuerdo el autor contradice -en sus horas finales- los deseos de su padre:: “No te olvides, Carlitos -le dijo a su hijo adoptivo antes de quitarse la vida-, yo muero por el arte”.
Couve, escritor realista sin apellidos, de aquéllos que entregan vida-visión-tacto, escasean en el mundo. “La Comedia del Arte” entrega un valioso escenario de la pintura, las búsquedas, los fracasos, y es, al margen de otros aportes narrativos, la piedra angular que determinó su exterminio.
El artista nació en Valparaíso en 1940, e iniciada la década del 80, cuando ya su nombre se reconocía, hastiado por el ruido de la ciudad, la vida en su fugacidad temprana, escapa y se refugia en la costa. La anécdota respecto a esto resulta sustanciosa, puesto que es pillado por un taco de vehículos en el centro de la capital y, tras esperar largo rato, se baja de su auto y lo deja botado entre la turba enlatada. Ese día se instaló en forma definitiva en Cartagena.
¿Qué es Cartagena para el escritor?. Se puede argumentar que viene siendo el escenario fiel de sus trabajos. Lo cierto es que Couve entrega con sinceridad a prueba de todo, lo que le va dejando el entorno del balneario. Quienes conocemos el sitio tal vez logramos entender por qué el escritor lo eligió para descansar y entregar sus últimos escritos. En lo estrictamente geográfico podemos oler cada centímetro de Cartagena, ese misterio que encierra un sitio que hasta comienzos del siglo XX era el espacio de gente muy adinerada. El escritor se enclaustró ahí en el momento en que el balneario era (es) un lugar popular. Y aquí la trascendencia, porque logramos percibir la locura, el desorden, la soledad de paredes y de personajes.
En la Comedia del Arte, que leo por segunda vez, me vuelven a seducir la forma en que se desplazan los protagonistas. Y lo que cada uno de ellos encierra es el fiel retrato de la vida en su cruenta forma de vivirla y el impiadoso devenir del arte.
¿Qué hay detrás de cada personaje?. Simplemente un universo, un potencial de vida donde, además, el balneario deja de ser localista y vuela más allá de las fronteras y el tiempo.
Camondo es el pintor fracasado y Marieta, su modelo, ya entrada en edad, le es infiel con Gastón Aosta, un fotógrafo que aparece de la noche a la mañana. ¿Sucumbe la pintura frente a la fotografía?. Es un tema profundo y largo de abordar. Lo concreto es que, con la infidelidad de Marieta, se generan otros fenómenos. Sandro, por ejemplo, quien termina siendo una especie de discípulo de Camondo, viene a representar la renovación de estilos en la pintura y, por consiguiente, su subsistencia en el tiempo. En la novela breve Marieta fallece en la primavera de 1989. Gastón Aosta, es decir, la fotografía, se suicida dos años después. Por consiguiente, Sandro, es decir, la renovación de la pintura alcanza fama internacional. Pero lo que no deja de sorprender es la muerte del escritor en la vida real: 1998, como si hubiésemos dado vuelta los números del año de muerte de Marieta. Y podemos decir, a la vez, que la muerte de ésta, quien representa la belleza en desmedro, aquélla que sucumbe con el tiempo, es el todo, pero también la nada. Entre los dos suicidios, uno novelístico y otro real (¿existe lo real? ) se levanta como efigie de triunfo la belleza. Marieta, en el fondo, sigue caminando en postura vencedora y eterna.
Hay quienes se preguntan sobre la muerte de Couve, y argumentan, incluso, no entender este paso en alguien que había alcanzado el éxito en todos los ámbitos, en lo académico, en lo artístico, y hasta en el confort humano. Pero: ¿todos estos logros fueron disfrutados?. El escritor, además, siempre fue sensitivo extremo. Y el mundo de hoy, el que se sigue viviendo con valores truncos llevan, por cierto, a alguien como Couve a preguntarse constantemente: ¿qué hago acá?. ¿vale la pena seguir?.
Revisando materiales sobre Adolfo Couve, nos vamos encontrando con varias novedades. Una de ellas tiene que ver con su casa convertida en la actualidad en Casa Museo. Quien compró aquélla la encontró, dos años después de su muerte, con todas o casi todas las pertenencias, con muchas antigüedades que habían pertenecido a personajes del arte y la política nacional. El jardín por donde Couve caminaba, sin regar en todo ese tiempo de silencio. En fin, rescatar ese espacio es doblemente hermoso. Y no puede ser menos, porque la validez y la inteligencia del artista deben ser recordadas. Hay quienes afirman que al paso del tiempo la figura de Couve comienza a ser olvidada, muy por el contrario, pienso que se inicia un retorno a sus escritos y sus pinturas.
El escritor se suicidó en marzo de 1998 y, a comienzos de ese mismo año, dio la última entrevista televisiva a Cristián Warnken, donde con valentía afrontó sus demonios y fue capaz de reír en fiel reflejo de alguien que está despidiéndose de un mundo que no terminó de entender, o a la inversa. En la misma expone su acercamiento a los poetas, a quienes considera llegan a extremos al que pocos alcanzan.
La literatura de Adolfo Couve, como su pintura, me provocan lo que el mundo, la sociedad, están provocando en estos últimos tiempos: una soledad, una tristeza absolutas. Al leerlo veo espacios constantes de recorridos por nuestra sociedad, la sitiada en abandono, avaricia, descomposición de valores y donde los seres ni siquiera optan con saludarse con alegría en las calles. Al leerlo siento la locura de una persona lúcida, pero que se sumerge en una realidad que lo culmina asfixiando en tristezas Y creo que él lo entendió de esa manera, al igual que los personajes que pasaban frente a su casa, los mendigos, las ancianas, las locas caminando por orilla de playa buscando lo imposible, lo irreal, y que hoy en día siguen haciéndolo como fieles fantasmas de una comedia.


*Cartagena, es un balneario de la Quinta Región de Chile.
Adolfo Couve, es un escritor chileno nacido en 1940 en Valparaíso, y fallecido en 1998, en
Cartagena.
escrito en 04 de abril de 2016



6 comentarios:

  1. se mantiene viva la curiosidad por saber más de Adolfo Couve, escritor atormentado.

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  2. Muy interesante, Carlos.
    Un placer leer tu escrito y saber/descubrir a Adolfo Couve, amigo.
    Un cordialísimo saludo,señor escritor.

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  3. Verdaderamente una hermosa crónica querido CAM, describes con mucha fuerza y sentimiento la vida un tanto tormentosa del pintor-poeta Adolfo Couve. Por algún motivo me he identificado con varios pasajes de tu escritura. Tuve la sensación de estar leyendo una novela, que por cierto terminó demasiado pronto. Lleva a reflexionar en las contradicciones de la vida, puesto que A. Couve alcanzó a ser reconocido y consiguió su refugio de vida en Cartagena, sin embargo no fue suficiente para él.
    Me ha encantado tu crónica, interesante y fascinante de leer.

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