Cuando comienzo a repasar contactos para
enviar textos " a domicilio",
es decir, de email a email, ocurren varias cosas. Esta gran cantidad de correos los reviso uno a uno, de tal forma de
observar los correctos y aquellos que se perderán en
el silencio absoluto. Esta observación tiene, a la vez, la misión
de no despertar a aquellos siniestros camuflados que se insertan dentro de la multitud solo para dañar buenas cosechas. En otras
palabras “fruta podrida escondida" en algún cajón sin que nos
percatemos.
En envíos de crónicas “a domicilio” desde varios años atrás, me han ocurrido tan solo dos chascarros. El primero tiene relación con un señor español a quien no logré conocer en profundidad y al que, por ignorancia de época, hice llegar uno de mis escritos "sin correo oculto". O sea, lo incluí dentro de un planchazo de otros contactos visibles. Dicha acción no fue soportada por el neurótico señor, quien de inmediato escribió: "lo que usted ha hecho es una falta de respeto!". Y me borró de sus contactos. Yo hice lo propio. Entendí de inmediato que el hombre tuvo razón en su proceder. Nunca más incurrí en ese error. El segundo, me dejó pensando por un buen tiempo. Digo esto porque jamás, a lo largo de mi existencia, cometiendo, por cierto, muchos errores por rumbos mal tomados, he sido un hombre al que en Chile llaman “mala leche”. El tipo, a quien tampoco conocí ni menos recuerdo ni en sueños regresivos, al llegarle una de mis crónicas respondió con insultos latentes y flamígeros: “no me mandes más tus escritos, los aborrezco, déjate de lesear, nunca serás famoso. Tu oportunidad ya pasó”. No contesté. Opté por borrarlo de mis contactos, de inmediato. Se trataba, entonces, como dije al comienzo, de un ser “camuflado, inserto dentro de la multitud solo para dañar imagen”. Ese no es mi estilo.
Finalmente, al enviar correos electrónicos con mis obras, logro percatarme de una gran cantidad, al paso del tiempo, de personas que han dejado de existir. A ninguna de ellas las he borrado, porque al hacerlo siento que las voy a matar por segunda vez. Al verlas paso de largo, las salto, no las toco, trato de no hacerlas participar. Ojo, “no hacerlas participar” porque es feo y porque no se puede. Se cuenta, se narra, en esos anecdotarios sabrosos que, algunos partidos políticos al hacer votaciones internas, en sus padrones incluyen personas muertas, porque (según dicen) "los muertos también votan". (carlos amador marchant)
En envíos de crónicas “a domicilio” desde varios años atrás, me han ocurrido tan solo dos chascarros. El primero tiene relación con un señor español a quien no logré conocer en profundidad y al que, por ignorancia de época, hice llegar uno de mis escritos "sin correo oculto". O sea, lo incluí dentro de un planchazo de otros contactos visibles. Dicha acción no fue soportada por el neurótico señor, quien de inmediato escribió: "lo que usted ha hecho es una falta de respeto!". Y me borró de sus contactos. Yo hice lo propio. Entendí de inmediato que el hombre tuvo razón en su proceder. Nunca más incurrí en ese error. El segundo, me dejó pensando por un buen tiempo. Digo esto porque jamás, a lo largo de mi existencia, cometiendo, por cierto, muchos errores por rumbos mal tomados, he sido un hombre al que en Chile llaman “mala leche”. El tipo, a quien tampoco conocí ni menos recuerdo ni en sueños regresivos, al llegarle una de mis crónicas respondió con insultos latentes y flamígeros: “no me mandes más tus escritos, los aborrezco, déjate de lesear, nunca serás famoso. Tu oportunidad ya pasó”. No contesté. Opté por borrarlo de mis contactos, de inmediato. Se trataba, entonces, como dije al comienzo, de un ser “camuflado, inserto dentro de la multitud solo para dañar imagen”. Ese no es mi estilo.
Finalmente, al enviar correos electrónicos con mis obras, logro percatarme de una gran cantidad, al paso del tiempo, de personas que han dejado de existir. A ninguna de ellas las he borrado, porque al hacerlo siento que las voy a matar por segunda vez. Al verlas paso de largo, las salto, no las toco, trato de no hacerlas participar. Ojo, “no hacerlas participar” porque es feo y porque no se puede. Se cuenta, se narra, en esos anecdotarios sabrosos que, algunos partidos políticos al hacer votaciones internas, en sus padrones incluyen personas muertas, porque (según dicen) "los muertos también votan". (carlos amador marchant)
Escrito por Carlos Amador Marchant en 1 de noviembre de 2016-Valparaíso.
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